PAE BENEDITO DE ARUANDA



Mi bondadoso Preto_Velho!

Aquí estoy de rodillas, agradeciendo, aguardando tu bendición....

Cuántas veces con el alma herida, con el corazón enojado, con la mente entorpecida por el dolor de la injusticia, yo reclamaba por venganza, y Tu, oculto dentro de Mi, con bondad compasiva me susurrabas esperanza.

Cuántas veces desee alejarme de la humanidad, enfrentar el mal con maldad, ojo por ojo, diente por diente, y Tu, escondido en mi mente, me decías simplemente:              

"Se que duele el corazón por la maldad y la traición, más, responder con ofensas, no te traerá la solución. Espera, piensa, medita y ofrecerle el perdón. Yo también sufrí bastante, y también fui humillado, yo también me revelé, también fui injustamente agraviado.

De tierras africanas, joven, fuerte, libre, en un instante transformado en esclavo encadenado, ni una oportunidad yo tube. Una revuelta creciente me envolvía intensamente, por que algo me decía, que yo nunca más vería mi Aruanda entonces, no volvería a escuchar el canto de los pájaros, el bramido de los elefantes, el rugido del león, mi raza de gigantes que tanto orgullo tenía, yacía despedazada, desnuda fría, encadenada a un sótano infeccioso.

Un odio intenso, con mi pecho atormentado, ¿por que Oya no mandaba una gran tempestad? Xangó con sus rayos partiese aquel buque maldito, que matase aquella gente, que tan cruel se mostraba, que ante mi pobre madre, tan frágil, ya tan viejita, por maldad encadenaron. E Iemanyá, donde estaba que nuestra desgracia no veía, nuestro dolor no lo sentía, o su pecho no sangraba?. Sus oídos a caso no escuchaban mis suplicas? Si Iemanyá ordenase, el mar se abriría, sus olas nos envolverían y a mi pueblo ella daría esa deseada esperanza, y a los que nos esclavizan la necesaria venganza.

Pero nada de eso sucedió, mi madrecita no resistió y murió, su cuerpo fue lanzado al mar, y mi pueblo encadenado, en el mercado fue vendido, unos para acá y otros para allá, cómo el ganado marcados con un hierro caliente...

Donde estaba Ogum? Que a aquella gente no vencía, donde estaban sus armas, y sus lanzas de guerra?. Pero nada sucedía, y hacia donde miraba, solamente veía tierra...

Tierra que siempre exigía mas de nuestros cuerpos sudados, de nuestros cuerpos cansados.

Eran los cuartos de los esclavos, era el tronco, el látigo de siete tiras que nos arrancaba el cuero, era la cosecha que para nosotros era explotación, dolor, sufrimiento, muerte... mientras que para el señor era oro.

Cuántas veces, después que el sol se escondía, en el fondo los esclavos reunidos, con los mas viejos aprendimos que nuestro destino al final no sería siempre así, cuantas veces me dijeron que Zambi veía por mi.

Bien recuerdo una mañana, que el rencor era tan grande, que vi salir de la gran casa a una niña de la familia de mi patrón. Ingenua, desprotegida, mi pensamiento voló, "es hora de venganza, voy a matar esa criatura, y voy a vengar mi gente, aunque se que por eso voy a morir, se que voy a morir contento".

Y la pequeña caminaba alegre, despreocupada, venía en mi dirección... Como si estuviese esperando cazar una fiera, esperaba ansioso... mi hora llegaba. Yo traía las manos sudadas, en ese momento odioso, mi corazón disparaba, vi el tronco, vi el chicote, vi mi pueblo sufriendo, encadenado, muriendo, y nada mas que eso veía. Corriendo como un poseído, la tomé por un brazo y la levanté del piso.
Pero para mi sorpresa, cuándo levanté a la niña, descubrí que hacia ella venía  una serpiente venenosa, como si fuera obra del propio viento, quién hubiese causado en la niña una herida fatal. Todo ocurrió de repente, todo fue en forma tal, que quedé allí parado, viendo como la serpiente desaparecía entre los arbustos.

Después con la niña en mis brazos, miré mis puños de acero que debían matar. Miré sus lindos ojitos que me miraban. Me hizo un gesto de cariño, yo estaba emocionado, no sabía que decir, no sabía que pensar.

Mis pensamientos estaban en una gran confusión, vi las cadenas, el tronco, mis manos que vengaban, vi el chicote, la serpiente perdiendo a su víctima, sentí una presión en el corazón, mis manos callosas por el hacha, por la azada, mis manos no matarían, no habría venganza, pues mi Dios no permitiría que muriese esa niña.

Así el tiempo pasó, y del hombre fuerte de antes, poca cosa quedó, y ese fue el fin de Benedito.

Más del otro lado de la muerte Yo encontré nueva vida, mas larga, mucho más fuerte, mas de amor y perdón, los sufrimientos de una vez ya no importan ahora, porque nada fue en vano.

GRACIA PAE BENEDITO DE ARUANDA por ésta enseñanza que nos dejas através de tu sufrimiento. Tu Amor fue más grande que el Odio...

Somos mártires en esta vida, de esta Umbanda tan querida, religión del corazón, de la paz, del amor y del perdón...


ADORÉ DAS ALMAS...
SALVE PAE BENEDITO DE ARUANDA
AVOVÓ PRETO VELHO

IYA SILVANA TI OYA